Granada tiene hoy luz maternal. Unas nubecillas imberbes apenas ocultan el sol, que derrama su caudal sobre las primeras nieves de la Sierra. Todo parece nacer hoy en Granada, el paisaje es nuevo tras la lluvia y el Darro muestra orgulloso su resfrescante cauce, mientras el bosque de la Alhambra empuja las últimas gotas junto a las hojas remolonas que alfombran el paseo. Ahora la luz es sobre todo acogedora, no daña y atrae a la serenidad de los paseantes. El aire, limpio, deja pasar los cantos de las aves y los blancos tonos de las fachadas.
Todo en Granada es nuevo hoy, ¿o serán mis ojos, que nunca consiguen ver la misma ciudad? Mañana la luz será más difusa y estará más enrarecida y descubriré, con gozo, una ciudad distinta en la que nunca estuve. Allí señalaré una cornisa hasta ahora oculta, allá otearé un gorrioncillo sobre la flor forjada de un balcón, más adelante sonreiré ante un rostro inmaculado que pase ante mí en un segundo de pasión. Granada es así, amada y conocida, pero sorprendente, lo mismo que algunas personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario