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21 septiembre, 2013

DEL CAMINO DE BEAS A JESÚS DEL VALLE

Como ya se ha comentado, procedemos aquí a recorrer un precioso camino que discurre por la que es para mí la zona más valiosa de esta ciudad. Ya han sido varias las entradas dedicadas a las orillas del Darro por nuestra ciudad, tanto en su tramo urbano como en las zonas más rurales; pero ahora quiero dejar lo que son las laderas para adentrarnos en el fondo del valle que como digo es una de las zonas menos conocidas por los granadinos, pero sin duda más interesantes, a menos que se consiga realizar ese abominable proyecto de cierre de la Circunvalación por el Este. Es por ello que es necesario poner este paisaje en valor, tanto en su vertiente del mero disfrute ciudadano como por su potencial uso turístico y económico para una zona que, bien planificada de forma sostenible, podría dar un nuevo elemento para ofrecer a los cada vez más numerosos viajeros que buscan senderos fuera de las zonas turísticas más habituales. A lo largo de este valle podrían crearse nuevos puestos de trabajo, para empezar en el acondicionamiento y mantenimiento del paisaje y, mas concretamente, de algunos senderos, pero también en el sector hostelero, especialmente en el hospedaje rural (semirural en este caso) acompañado de algún negocio de restauración, y por supuesto en la creación de una granja escuela o albergue educacional en la destruida Hacienda de Jesús del Valle, sin olvidar la recuperación de la agricultura en todo el valle. Me da miedo que el paisaje de Valparaíso pueda estar en peligro por la desidia, cuando no malicia en el asunto de la Circunvalación, de las Administraciones, o por algún incauto que por sí mismo o por orden de algún especulador prenda fuego a una de las zonas más valiosas desde el punto ambiental de nuestra ciudad. En nuestra mano, como granadinos, está en no permitir una destrucción irremplazable.  
 
Y es que sólo hay que ver esta fotografía tomada desde el Camino de Beas, pasado ya el Sacromonte. Al fondo, en el vértice inferior del valle se vislumbran las últimas casas del Albaicín mientras que a la derecha se ofrece a la vista la siempre imponente figura de la Abadía. Y en el fondo del valle, junto al río oculto entre la espesa vegetación riparia, multitud de huertas que ofrecen a los habitantes del barrio unos productos difícil de encontrar, por su frescura y calidad, en las grandes superficies.  

La belleza de las casas del Camino de Beas no sólo está en el paisaje del que disfrutan. Hay estupendas muestras de arquitectura civil, como esta vivienda que recuerda a las que existían en plena vega granadina. Es este el llamado Cortijo del Hornillo, aunque actualmente le han puesto como sobrenombre el de Cortijo de los Solteros, pues una empresa se dedica a ofrecer la vivienda para despedidas de solteros y otras fiestas algo alocadas. Sinceramente, no creo que sea el destino más idóneo para un barrio tan tranquilo, pero bueno, lo que sí hay que reconocerles que las fiestas las desarrollan sin que hayan tenido que recurrir al mal gusto de ambientar la vivienda de una forma más hortera.

Desde el Camino de Beas, poco antes de llegar al final, podemos ir ya observando la impresionante ladera izquierda del río (a la derecha en la foto), con ese bosque intenso de encinas y quejigos que tanto valor paisajístico y ambiental tiene.
 
El final del Camino de Beas da inicio a un sendero que lleva hasta Jesús del Valle y que discurre a pocos metros del río Darro, al que cruza en algunas ocasiones, bien mediante puentes realizados por obra humana o sencillamente cruzando a través de un tronco o con los pies descalzos, según el nivel del agua del río, aunque también se puede bordear por las parcelas cercanas. Aquí dejamos ya el asfalto y otros indicios de urbanización como los contenedores de basura. A partir de ahora nos adentramos en la zona más rural del valle.

Según avanzamos el camino observamos los restos de algunas haciendas que se conservan en peor o mejor estado. Esta es una de las dos que conforman el conjunto denominado "Casas del Oro". Es de suponer que el nombre les viene dado por la importancia aurífera del río Darro en el pasado. Esta que vemos, a pesar de la ruina en que se encuentra, ofrece todavía casi completa la estructura de la vivienda así como algún elemento como un bebedero de ganado, vestigio de la importancia ganadera que tuvo esta zona, pues los caminos que discurren por la ladera izquierda fueron usados por una trashumancia de alcance muy local.

El sendero discurre por esta zona ladeando algunas propiedades valladas y que hacen difícil perderse del único camino posible. Nos vamos acercando poco a poco a la sombra de la vegetación de ribera que se forma entre el río y la Acequia Real antes de que se separe del curso del río y vaya ganando altura sobre el cauce para llegar al Generalife y a la Alhambra. Del mismo modo, la ladera izquierda, conforme nos vamos alejando de la ciudad, va ofreciendo un bosque cada vez más cerrado.


Hay un momento en el que debemos cruzar hacia el otro lado del río pues no nos queda más remedio que seguir el camino marcado por los vallados de las fincas particulares. Nada más cruzar a la otra orilla, nos encontramos con los restos de lo que fue el molino de Teatinos (recoge el nombre del barranco que desciende desde la ladera de la solana), en el que abunda la vegetación de ribera, especialmente la de un fresno centenario.

A partir de aquí el sendero se vuelve más acogedor y agradable durante unos metros. Andamos junto a la Acequia de Teatinos, una de las que aún quedan en esta zona donde el agua está tan presente. La sombra nos acompaña por el estrecho pero agradable sendero, producto de una vegetación exuberante. Se abandonan por un momento las vistas más amplias de las laderas y barrancos para perdernos un rato en el ambiente más íntimo del soto del que también disfruta el caminante. A veces, el camino se abre un poco más y los rayos del sol entran íntimamente; también en alguna ocasión se cruza el río que casi siempre lleva un caudal importante, al menos más de lo que se espera, sobre todo estando a principios de septiembre.

El paisaje que nos envuelve se abre definitivamente a la altura de los barrancos de las Tinajas (que desciende desde el Llano de la Perdiz) y del Zapatero (en el mismo punto, pero en la vertiente opuesta). Aquí vemos el inicio del barranco de las Tinajas, apreciando de nuevo el bosque de encinas y quejigos de la ladera izquierda del río, así como los olivos que empiezan a ocupar ya las parcelas que se van formando en los ensanches del valle.

Justo antes de llegar a Jesús del Valle, se van mostrando las plantaciones de olivares que con el paso del tiempo fueron sustituyendo a las herbáceas en las laderas que suben hacia la zona del Fargue.

Y finalmente llegamos a la Hacienda de Jesús del Valle. Presentamos ahora una vista alejada de la misma, desde el sendero del Barranco del Abogado, que hacia ella desciende desde el Llano de la Perdiz. La hacienda se sitúa en el fondo del valle, entre el bosque mediterráneo de la umbría y las laderas de la solana, cubiertas de cultivos arbóreos, especialmente olivos. Al fondo, a la derecha, sobre los barrancos del Sacromonte, aparecen las viviendas más altas del Albaicín.

Conforme nos acercamos observamos el discurrir sinuoso del cauce del río Darro que se oculta bajo la abundante vegetación riparia. Por lo demás, las propiedades donde se ubican los cultivos que han ido acompañando a la hacienda a lo largo de su uso fueron compradas a moriscos, que ya establecieron huertas junto a los meandros del río así como cultivos arbóreos en la zona de umbría.

Conforme alcanzamos el fondo del valle, el cortijo se va volviendo algo más invisible, perdido entre la vegetación que acompaña al río Darro en su curso.


Y nos encontramos por fin, de cara, con la que fue entrada principal de la hacienda de Jesús del Valle, un bien que a pesar de estar declarado de interés cultural presenta este estado lamentable de abandono. Jesús del Valle fue construido por los jesuitas allá por el siglo XVII, que se mantuvieron en el edificio hasta la época de la desamortización. Contribuyeron en su construcción arquitectos vinculados a los jesuitas como el padre Pedro Sánchez, que también había colaborado con Ambrosio de Vico en las obras de la Abadía del Sacromonte. En su amplio recinto existían capilla, almazara, molino, prensa hidráulica, secadero, horno, palomar, sin olvidar claro está las habitaciones para la que se supone numerosa población que atendiera todos estos servicios o los patios que sirven de engranaje a toda la construcción. Todo ello se perdió y sólo se conservan unas ruinas cada vez más avanzadas, sin que el propietario (pensando en una futura recalificación de los terrenos una vez se hiciera la Autovía cruzando el valle por este punto; no me canso de repetirlo: ¡¡¡¡¡que gran insensatez cometería Granada si el proyecto se culminara!!!!!), ni las instituciones obligadas a vigilar los bienes culturales, ni los ciudadanos en fin, hagan nada por su rehabilitación para poder convertirlo en una granja escuela, en un albergue juvenil o en algo relacionado con el turismo rural.

Aquí vemos otra perspectiva desde Jesús del Valle, en la que se da idea de su distancia con la ciudad. A la izquierda la umbría que sube hacia el Llano de la Perdiz, y hacia el fondo de la imagen (centrado y a la derecha) se observa el cerro de San Miguel que cierra las laderas del Sacromonte.


Junto a las paredes derruidas de Jesús del Valle se mantiene un plátano singular y centenario que, si pudiera hablar, no dejaría de añorar el pasado de actividad agraria que este cortijo tuvo en la mayor parte de su vida. Su sombra, entre la hacienda y el río, es un lugar habitual de descanso para ciclistas y senderistas. Desde luego no debería serlo para los que con su afición al trial no sólo bombardean con su ruido el sonido natural de este paisaje sino que además estropean los caminos y ahondan en las preocupantes huellas de erosión que se observan en las laderas cercanas.

Más allá de Jesús del Valle, justo donde el Darro tuerce su curso, confluye en él el arroyo de Belén, que configura un bonito valle  en el que existen antiguos cortijos (la mayoría usados como segunda residencia) así como la Ermita del Santo Cristo del Almecín. En ella el pueblo de Dúdar celebra una romería el día 1 de noviembre. Su nombre viene porque según se dice el lienzo con la imagen fue encontrado debajo de un almez en el Cortijo de Belén. 

Y siguiendo el camino que desde Jesús del Valle iba a Huétor Santillán, antes de llegar a la presa donde se recoge el agua para la Alhambra, nos encontramos con alguna otra construcción vestigio de un rico pasado agrario de toda esta zona. Estas ruinas corresponden concretamente al llamado Molino del Rey, situado en el punto en el que la Acequia Real cruza el río Darro para a partir de ahí discurrir siempre por la ladera izquierda.
 
Ya que andamos por esta zona, aprovecho para mostrar un deslizamiento, como se dice, de libro. El cultivo del olivar, junto con el paso indiscriminado de motos que lesionan caminos y acequias, provoca una erosión fuerte con deslizamientos del terreno como el que aquí se muestra. Este enorme derrubio en concreto, además de por lo anterior, se ve afectado por las fugas de agua provenientes del Canal de Quéntar, al cruzar el llamado collado de los Arquillos. Se puede encontrar información más amplia de este deslizamiento en el siguiente enlace, desde el que se puede acceder al archivo PDF (mirar el de la provincia de Granada) realizado con motivo de unas jornadas que se han realizado por la Sociedad Geológica Española para la difusión del patrimonio geológico de nuestro país: http://www.sociedadgeologica.es/divulgacion_geolodia_activ2013.HTML

 

Y abandonamos ya Jesús del Valle, ofreciendo una nueva panorámica en la que se muestra tanto la disposición interior de la construcción como su más inmediato entorno. Un lugar que merece más conocimiento, más respeto y más cuidado de toda la sociedad granadina, que no puede dejar que muera un espacio tan interesante tanto desde el punto de vista cultural como del ecológico. Y sobre todo, una oportunidad para la ciudad, si se hacen bien las cosas, de volver a rentabilizar económicamente, pero de manera sostenible, un lugar que tiene mucho que aportar a nuestra sociedad.
 

04 septiembre, 2013

EL LUGAR QUE HIZO POSIBLE LA ALHAMBRA

Si cualquier visitante actual de la Alhambra conociera un poco el entorno del monumento y fuera un poco curioso, enseguida se preguntaría algo fundamental para entender cómo una ciudadela construida en un promontorio y sin posibilidad de conseguir un caudal continuo y suficiente de agua, pudo llegar a convertirse en un conjunto de casi tres hectáreas (aparte del Generalife y otras huertas) en el que el agua formó parte no solo de los usos cotidianos de sus habitantes sino también de otros usos menos vitales como los ceremoniales o simplemente del disfrute de los sentidos. Efectivamente, sobre las estribaciones situadas sobre el conjunto monumental no existe ningún nacimiento de agua natural; tan sólo se pudo construir algunos aljibes como el de la Lluvia, del que su nombre indica la forma de recoger el agua. Pero el agua de lluvia sólo hubiera servido para una mínima población y desde luego no para derrocharla en jardines ni juegos acuáticos. Pero los ingenieros granadinos de aquella época idearon un sistema que, en general, aún se mantiene hoy. A través de unos seis kilómetros construyeron una acequia (ya hemos hablado algo de ella en la anterior entrada) en la que incluso excavando túneles consiguieron contactar con una cota de nivel en la que, desde el río Darro, conseguir un  caudal continuo de agua así como una mínima pendiente que llevara el vital elemento hasta el Generalife primero y luego a la Alhambra. Y de eso trata esta entrada, del lugar donde la Alhambra y el Generalife sustraen el agua al río Darro para su subsistencia tanto en el pasado como en el presente y, previsiblemente, en el futuro.
 
Es esta, nada más y nada menos, la en principio insulsa importancia de esta pequeña pantaneta que sirve para obtener agua de un pequeño río. A veces las cosas grandes se consiguen a través de medios modestos. La toma de la Acequia Real se sitúa unos 800 metros más arriba de Jesús del Valle, siguiendo el curso del río, justo cuando el río tuerce su sentido conforme el camino que le marca una fractura geológica. Un pequeño azud que se encuentra perdido en el centro de esta imagen obtenida desde la zona del Llano de la Perdiz, entre un oasis de vegetación de ribera, prácticamente donde el Barranco de Belén, a la derecha de la imagen, confluye en el río Darro.

Entre los frondosa vegetación aparece el río Darro, que de pronto se ve estancado por una construcción de la que naturalmente queda poco o nada de la original. Hasta este punto del Darro tuvo que llegar el ingente proyecto del primero monarca nazarí, Muhammad I, allá por mediados del siglo XIII.


Aquí vemos una imagen de la cascada que surge del desborde de la presa homónima con la acequia Real. Donde se encuentra esta presa al parecer existía ya un pequeño poblamiento tardoantiguo, hablando algunos autores de una posible canalización previa a la de Muhammad I. También se ha hablado de que este lugar hubiera estado vinculado a un posible punto de captación de agua para abastecer al antiguo Iliberri (colina del Albaicín, para entendernos), pero debiera haber salvado barrancos demasiado importantes. Pese a lo complicado de poder asegurar o no estas teorías, sí parece claro que este punto perdido del valle del Darro tiene más historia de la que parece.

Aquí una imagen del sencillo sistema de compuertas que abre a conveniencia el hueco por donde se separa el agua que se deriva hacia la acequia.


Y este es el principio de la Acequia Real, que primero discurre unos pocos metros por la ribera derecha para cruzar hacia la izquierda (lo hacía a través de un acueducto tras mover un molino harinero ya abandonado) para así poder ir descendiendo suavemente por las pendientes de la Dehesa del Generalife hasta alcanzar su objetivo.


Y este pequeño río que es el Darro, incluso a principios de septiembre, aún donando parte de su agua para la Acequia Real, consigue mantener un importante caudal que hace incluso tener que descalzarse un par de veces si se sigue el sendero (al menos, el principal) que discurre entre el Camino de Beas y Jesús del Valle, pero eso será objeto de la siguiente entrada que cerrará así una especie de trilogía dedicada a la zona menos urbanizada del valle del Darro a su paso por el municipio de Granada. No olvidemos que por estas zonas que estamos ahora, nuestro absurdo e incompetente alcalde, junto con su cohorte de incautos, pretende hacer el cierre de la Circunvalación por el Este. No se trata de estar contra el progreso, sino contra el progreso que nos hace retroceder como seres humanos racionales esquilmando el entorno natural mejor conservado de nuestro municipio. Granada no se merecería que algún día se acometiera tal disparate. En la próxima entrada, como digo, conoceremos mejor los lugares por donde quisieron construir una gran autovía.

21 agosto, 2013

LA LADERA IZQUIERDA DEL DARRO: LA DEHESA DEL GENERALIFE

Una reciente y desagradable noticia ha llevado a las primeras páginas de los diarios y de los medios y redes digitales una de las zonas más interesantes de nuestra ciudad. Interesante sobre todo por lo que supone como valor paisajístico y ecológico para un espacio que sirve de transición entre lo urbano y lo rural, un contacto a veces difícil de conseguir de forma adecuada, como se puede comprobar en la delimitación brutal que la ciudad hizo con su Vega a través de los bloques de viviendas del Camino de Ronda. Aquí, sin embargo, y salvo que el alcalde se empeñe en su intención de cerrar la Circunvalación por el Este destrozando lo que es la zona ambiental más valiosa de nuestro municipio (sólo el desconocimiento que tienen muchos ciudadanos de ella puede llevar a defender tal propuesta), el contacto entre lo rural y lo urbano está conseguido de forma plácida y natural, lo que se puede comprobar fácilmente cuando uno abandona la ciudad por el Camino de la Fuente del Avellano y se va adentrando en el valle de Valparaiso.
 
La ladera izquierda del río Darro, la opuesta al Sacromonte, da muestras ya de lo que es su impresionante vegetación (al menos, en algunos tramos) desde el último puente del Darro, el que comunica con el camino del Avellano y la Cuesta de los Chinos, en lo que era el inicio del antiguo camino de Guadix.   

Y es que el tramo de la ladera que se situa justo debajo del Generalife es quizás el más cuidado pues, por su cercanía al monumento, está permanentemente irrigado para evitar que situaciones como las recientemente acontecidas afecten a las zonas más delicadas.

Si uno se adentra por los pequeños senderos que están justo debajo del Generalife puede observar tanto los numerosos aspersores que riegan cuando se estima conveniente toda la zona, como la frondosa vegetación de encinas y quejigos que es la vegetación natural de esta ladera.


Desde los estrechos caminos que transcurren por la ladera se ven perspectivas increibles de la ciudad, como esta en la que cielo, Alhambra y Albaicín se unen en un punto central en el que emerge la Catedral de Granada.

En la zona de contacto entre el curso fluvial del Darro y las pendientes más abruptas discurre el Camino de la Fuente del Avellano, un precioso paseo que a veces se ve maltratado por algunas personas que, malviviendo en algunas cuevas del entorno, no tienen el más mínimo interés en su cuidado, lo que a veces provoca algunos acontecimientos indeseables, tales como acumulación de basuras o incendios. Como creo que se observa en la fotografía, el paisaje es demasiado valioso como para jugar con él. La práctica totalidad de la ladera, salvo las zonas más bajas, es de propiedad del Patronato de la Alhambra, aunque de manera concertada con la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, quien debería ir pensando en un acondicionamiento integral de toda la ladera, especialmente de su parte más baja, tanto para protegerla como para hacerla más accesible a la gente que quiera disfrutar de los paseos sin problemas.


Aquí observamos la ladera desde el Cerro de San Miguel. Gran parte de ella, como se ve, perdió su vegetación natural en algunos incendios acontecidos en las últimas décadas, devolviendo prácticamente la zona a la imagen pelona de vegetación que presentaba en el siglo XIX. En principio, esta ladera (que puede considerarse la de umbría por estar orientada hacia el Norte, frente a la solana del Sacromonte y demás barrancos de la ladera derecha) presenta un régimen microclimático de mayor humedad y menor temperatura media debido al ángulo de insolación y un número menor de horas y radiaciones solares. Como se señala en la conferencia de José Manuel García Aguilar "Geolegía del Valle del Darro", insertada en el recomendable libro "Hacia un paisaje cultural: La Alhambra y el Valle del Darro", publicado por el Patronato de la Alhambra, dicho régimen microclimático "genera una secuencia causa-efecto encadenada que desemboca en una mayor humedad y un mayor desarrollo vegetal, lo que forma y protege el suelo favoreciendo la infiltración y una escorrentía laminar, incluso en zonas de altas pendientes. Este efecto explicaría la escasez de cauces y los bajos índices de erosión vertical en esta ladera". Todo lo cual, no es óbice para que cuando hay incendios de grandes proporciones, estas teorías no puedan cumplirse del todo, aunque bien es verdad que la erosión de la ladera, después de los incendios sufridos, podría haber sido muy superior si hubiera estado situada en la solana del valle.

Ahora muestro dos perspectivas casi idénticas de la parte más despejada de la ladera, vista desde el Camino del Sacromonte. La vegetación fluvial del fondo del valle es impresionante en cualquier época del año, aunque con mayor rotundidad en primavera (la primera foto) y verano (la segunda). Aunque las dos fotos tienen bastantes semejanzas, en la segunda podemos apreciar los restos dejados por el incendio acontecido tres días antes de realizarse esta entrada. Con un simple vistazo de la zona afectada y del entorno, se puede apreciar el gran destrozo que podría haberse generado con tan sólo una noche de fuerte viento.

Aquí vemos en más detalle la zona afectada por el incendio, antes y después del mismo. El incendio se originó en la zona más baja, aledaña al camino de la Fuente del Avellano; un camino que, a pesar de varios intentos por acondicionarlo, casi siempre baratos y sin mayor transcendencia, no hay voluntad de las administraciones competentes (llámense Ayuntamiento, Consejería de Medio Ambiente o Patronato de la Alhambra) para un acondicionamiento integral y defintivo tanto para una mayor protección como para el aprovechamiento tanto de granadinos como de foráneos de una zona tan valiosa en el paisaje granadino. Soy de los que piensa que ayudando a conocer a los ciudadanos este paraje, su protección ante incidentes fortuitos o interesados o ante absurdas ideas de los gerentes de la ciudad estaría mucho más reforzada. Porque quien conoce los sitios, aprende a amarlos y a defenderlos. Quizás a los granadinos se nos llene la boca de orgullo de vivir en esta ciudad, pero no solemos defenderla porque seguramente la conocemos muy poco.
 
He aquí un modesto vídeo que recoge la zona quemada, su distancia respecto a la Alhambra así como  el resto de la ladera ya afectada por incendios anteriores.




Uno de los puntos de interés más interesantes de la ladera es que por ella, a media altura, discurre la Acequía Real, acequía creada por los ingenieros árabes para surtir de agua a La Alhambra, una ciudad que estaba situada en alto y que no tenía fuentes de agua para su abastecimiento. Por ello, los ingenieros diseñaron esta acequia que toma el agua del río Darro desde una cota lo suficientemente alta como para que de forma sosegada y con la pendiente imprescindible, llegue hasta la zona más alta del Generalife, desde la que también sale el ramal que riega toda la Alhambra. Junto a ella, discurre un estrecho sendero que a veces se ve encuentra con la acequía en los tramos en que ésta discurre en superficie.
 
Aunque en ocasiones, como se ve en la imagen, ha tenido que ser entubada por la erosión sufrida en el terreno a causa de los incendios producidos.

A pesar de no tener una calidad excesiva por el contraste de la luz, en esta fotografía podemos observar claramente el carácter de umbría de la ladera en contraste con la solana del Sacromonte. Aquí ya el paisaje ha perdido casi completamente su carácter urbano para irse introduciendo poco a poco en un ambiente rural, no sólo en las laderas de los montes, sino en el caserío más desperdigado de las últimas casas del Camino de Beas. La ladera, que había perdido bajo la Silla del Moro gran parte de su cubierta vegetal original, va volviendo de nuevo a la vegetación autóctona de encinas y quejigos (quizás algún roble) propia del húmedo microclima.


Incluso genera pequeños espacios como éste, en el que entre la frondosidad de la vegetación, podemos encontrarnos un banco para el descanso del sendero y solaz de la mente. También, mientras estamos sentados, podemos aprender sobre las distintas especies de aves que se prodigan, con menor o mayor suerte, por el entorno.

Conforme nos vamos acercando a la zona de Jesús del Valle, la acequía pierde su obra y discurre de forma totalmente natural entre la vegetación. Ahora las encinas y quejigos comparten su espacio con la vegetación de ribera que va creando la acequía a su paso. Junto al pequeño sendero, podemos encontrar de vez en cuando algún cómodo árbol en el que apoyarse y disfrutar del lugar.

Desde el sendero que por la ladera sigue a la Acequía Real podemos subir por este otro que muestra la fotografía hasta la planicie del Llano de la Perdiz. Son senderos sobre todo para disfrutarlos en otoño y primavera, periodos donde la cubierta vegetal muestra mayor encanto, aunque en invierno también se puede disfrutar de ellos en las horas centrales del día. Más desaconsejable es recorrerlos en verano, a no ser a muy primera hora, aunque en esta época la vegetación está bastante más mustia.  

La ladera umbrosa del río Darro se va perdiendo hacia Jesús del Valle y luego, mediante un cambio de orientación, hacía Huétor Santillán; siempre con las grandes pendientes originadas por el bloque levantado que forma el Llano de la Perdiz sobre la fractura aprovechada por el río Darro para marcar su curso. Abajo, junto al curso del río, se observa la llamada Huerta del Hornillo, con el antiguo cortijo en ruinas, restos, junto con Jesús del Valle, de lo que fue una intensa actividad agrícola en esta zona de nuestro municipio.

10 agosto, 2013

LA PLAZA DEL PADRE SUAREZ

 La plaza del Padre Suárez, o de los Tiros, que también la llaman así, es uno de esos preciosos enclaves urbanos que presenta esta ciudad y que en ocasiones se deja pasar sin prestar demasiada atención a lo que en ellos se puede describir. Su actual diseño proviene de una de las muchas intervenciones que allá por los años 40  (en este caso concretamente en 1943) realizó el Alcalde Gallego Burín dentro de un plan mucho más amplio de embellecimiento y regeneración de la ciudad, lo que se llevó a cabo con mayor o menor suerte según los casos.
 
A esta pequeña plaza dan su fachada dos casas señoriales del siglo XVI, un antiguo convento o un palacio decimonónico, lo que le daría idea de su esplendoroso pasado si hubiese existido entonces, pues no apareció como espacio urbano hasta principios del siglo XX. También conviven en el pequeño espacio un pilar, un monumento, un par de terrazas de restaurantes y unos cuantos alcorques de árboles cuya sombra casi oculta alguna que otra fachada, sobre todo en los meses de verano.


El lateral que la plaza comparte con la intersección entre las calles Pavaneras y Santa Escolástica es seguramente el más conocido. Aquí se encuentra el edificio monumental más conocido del entorno, que no es otro que la Casa de los Tiros, de la que no se va a hablar aquí, pues ella sola merece un libro. Sólo comentar que es un edificio del s.XVI  que impresiona por su fachada-fortaleza y que actualmente está ocupado por un Museo Histórico de la Ciudad de Granada gestionado por la Junta de Andalucía (se puede visitar ampliamente de forma virtual en su página web, aunque nada mejor que acercarse in situ a conocer sus vitrinas).  También son numerosas las actividades culturales que se realizan en la Casa de los Tiros, tal como exposiciones, presentaciones de libros o lecturas poéticas, estas dos últimas actividades ubicadas en su precioso salón de la Cuadra Dorada. A su izquierda, el edificio que ocupa actualmente el Archivo de la Chancillería, también del siglo XVI, y en el que nació en 1548 el Padre Suárez, un jesuita teólogo, filósofo y jurista, Doctor Eximio de la iglesia. Y de este acontecimiento viene el nombre que se da en el callejero oficial a la plaza.

 Además de estas dos casas señoriales del siglo XVI, encontramos en otro de los laterales, generalmente escondido entre la amplia frondosidad de la arboleda, el conocido como palacio de los Condes de Villaalegre, construido por Juan Pugnaire en 1885. Fue, tras su época nobiliaria, sede del Colegio Notarial, hasta que en 1915 lo compraron las Madres Mercedarias. Su fachada es de estilo neoclásico, con vanos distribuidos regularmente en sus tres plantas distribuidas por cornisas. En ella destaca sobre todo el elemento, adelantado al resto de la fachada, formado por el balcón aterrazado y el pórtico sobre el que se sustenta, realizado en piedra gris y formado, entre otros elementos, por cuatro columnas dóricas. 


Pero veamos ahora los elementos que Gallego Burín hizo traer a la plaza desde otros lugares para reforzar su escenografía monumental, ya avanzada por las fachadas de sus palacios. Quizás el más evidente es este monumento dedicado al actor Isidoro Maíquez. Se trata de un monumento tipo obelisco, con planta cuadrangular y realizado en piedra gris de Sierra Elvira. Ha sido un monumento muy viajero por la geografía granadina, pues de su situación inicial en el Campillo (erigido 1839), pasó a los pocos años al Cementerio (sobre la supuesta tumba del actor), luego sobre 1920 a los jardines del Genil para finalmente llegar en 1943, con la remodelación, a la plaza del Padre Suárez. Este Isidoro Maíquez fue, al parecer, uno de los más conocidos actores que ejercían por nuestro país a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Su fuerte temperamento y su voz apoyaban su carrera como actor trágico, fue amigo de Moratín y gozó del favor de José Bonaparte. En fin, un personaje en su época.  

Otro elemento que se incorporó a la plaza es el Pilar de Don Pedro, adosado al actual MADOC y antiguo convento de San Francisco Casa Grande, en el que por cierto durante algún tiempo, y ocupando también lo que hoy es la plaza, se ubicó la catedral y el edificio episcopal antes de su ubicación en la situación que todos conocemos. Se llama así porque lo mando construir para su casa Don Pedro de Mendoza, cuyo escudo aparece culminando el pilar entre dos volutas enrolladas. El agua surge de dos mascarones, tan utilizados en la construcción de los numerosos pilares que adornaban, y aún adornan en muchos casos cuando no han sido vendidos o saqueados, muchos patios de casas granadinas.  El pilar, de piedra gris, se ve enmarcado por otros tres escudos realizados en la misma piedra: el del centro y sobre el pilar, escudo de España con reminiscencias franquistas (recordemos que fue en 1943 cuando todos estos elementos se incorporaron a la plaza) y otros dos laterales que representan dos escudos antiguos de Granada, en los que aún no aparece representada la Torre de la Vela.

Finalmente, el último elemento fóráneo introducido en la plaza, es esta portada que fue la que daba entrada a la antigua cárcel ubicada en la Calle Cárcel Baja (aproximadamente donde hoy se encuentra el Monte de Piedad de Caja Granada). Es una portada del siglo XVI, almohadillada y con arco de medio punto, siendo el único resto que se conserva de la antigua cárcel del cabildo. En el cartelón central se lee la siguiente leyenda:

"GRANADA MANDO HAZER ESTA HO
BRA SYENDO CORREGYDOR SEGUNDA
BEZ EL MUYI YLUSTRE SEÑOR AREBALO DE ZU
AZO DEL CONCEJO DE SV MAGESTAD
COMENDADOR DE CARYCOSA
AÑO DE 1585"


Y aunque no se encuentre en la misma Plaza del Padre Suárez sino en la contigua Calle Ballesteros, no me resisto a hablar de la Casa de los Condes de Castillejos, que presenta (bueno, lo que queda de ella) una de las que es para mí más preciosas y originales portadas granadinas. Una portada realizada por algún alumno de la escuela de Diego de Siloé en el siglo XVI, abierta en ochava en una esquina y coronada por un balcón angular seccionado por una columna. Aquí la observamos en dos imágenes: tal como estaba a principios de los año 90 y tal como se encuentra ahora mismo. Como vemos, su degradación va avanzando cada día que pasa, pues de muchos usos (desde redacción de un periódico o cobijo de vagabundos), la Universidad de Granada iba a ubicar en él un edificio que funcionara como extensión del cercano Centro de Lenguas Modernas, pero por lo que se ve, el proyecto no ha llegado a cuajar, sumiendo al edificio en un lamentable abandono.



En un detalle, bajo el tímpano, podemos ver lo que queda del escudo de los fundadores: los Condes de Castillejo de Alazores.

En el lateral presenta originales ventanas apilastradas con balcones de hierro de decoración plateresca, pero como se ve el abandono va poco a poco cercenando la belleza de su arquitectura, incluidos cristales rotos que, con las inclemencias del tiempo, deterioran más el edificio.

El interior, o lo poco que se puede ver de él desde alguna de las ventanas detecta que en algún momento se pensó en su restauración. Los cascos, los tablones, paredes medio encaladas pueden dar la sensación de que se está en ello (¡ojalá sea cierto!), pero el abandono que refleja el edificio, simbolizado en ese tablón que atraviesa la ventana casi completamente liberada de sus cristales, indica por desgracia otra cosa. ¿No podría Granada salvar al menos la preciosa portada de este edificio?