Se acerca el verano después de un invierno muy lluvioso y con el monte repleto de maleza, que al irse secando se convertirá en una bomba de relojería propicia para que cualquier chalado o, aún más grave, cualquier especulador aproveche esta situación para, a costa del monte y de la salud y el disfrute de todos, sacar unos pingües beneficios. Es cierto que la crisis hará menos ávido el terreno forestal ante el empuje constructivo, pero hay que estar alerta y adecentar nuestros bosques antes de que el daño sea aún más irreparable. Y es que lo que ocurrió en el Llano de la Perdíz con varios incendios producidos año tras año a principios del siglo XXI, en plena burbuja inmobiliaria, no debería volver a ocurrir. Las dos fotos de abajo están sacadas desde el mismo lugar del LLano de la Perdiz antes y después del incendio del 2006 y, aunque la foto que muestra el lugar después del incendio es de mala calidad, su escasa luz da un ambiente aún más tétrico a un paisaje totalmente descarnado.
En esta imagen, una vista general de la zona despoblada tras el incendio, y en la que la cercanía de las masivas nuevas construcciones al filo del límite del Parque Periurbano del Llano de la Perdiz son un indicador claro de las causas del incendio, ya no tanto por interés urbanístico, sino sobre todo porque la cercanía de viviendas a una masa forestal como la que había es letal para su conservación.
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